miércoles, 12 de octubre de 2011

CIUDAD ENCANTADA II

El caligrama representa una de las figuras de piedra características, probablemente la más conocida, de la Ciudad Encantada de Cuenca. Unas rocas que ha tallado la erosión aérea, acuosa e incluso los hielos invernales y que han adquirido caprichosas formas que nos recuerdan animales, cabezas humanas y monstruos. En sí, es más un pictocaligrama que un caligrama. El poema se aglutina por completo en la roca y sus sombras y en unas rocas más cercanas en el espacio y deja al dibujo los árboles y arbustos, la vegetación, el paisaje y algunas rocas y piedras menores con sus sombras para recrear el paisaje, de por sí enigmático y sugerente. El poema que lo conforma, mi poema, precisamente versa sobre esa capacidad de sugerencia del paisaje, su carácter hipnótico, mágico y sugerente que nos induce a liberar la imaginación y con ella, nuestras pesadillas y nuestros miedos. Esa capacidad de sumar intranquilidad a la fantasía y recrear nuestros miedos ancestrales que seducen nuestra imaginación. Hay una interrelación entre el poeta y lo imaginado, estableciendo un incontestado diálogo entre ambos que muestra la lucha entre realidad e imaginación sugerida, y dice así:
Bajo tu pétero sombrero,
tu rostro enigma de gigante...
- ¿Qué hiciste con tu pellejo de cuero? -
Quizás el suelo atrapó, impresionante,
todo tu enorme cuerpo entero.

Tú me miras atento y vigilante,
preso también de esta ciudad hipnótica
encantada por magos del Averno
donde las piedras aprisionan sueños,
monstruos y animales cuyos dueños
se retratan junto a la puerta gótica,
recordando habitantes del infierno.

¡No me mires más!... ¡Me das desasosiego!...
No quisiera perder tanta belleza
y quedarme ante ti ya mudo y ciego
porque tu fantasma enloquezca mi cabeza.
¡Déjame verla, mente, te lo ruego!.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ